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lunes, 6 de noviembre de 2017

Francisco Gorrindo

Este poeta que afincó su obra en el tango, dejó páginas de verdadero impacto popular, y muchas de ellas siguen goteando sobre las calles porteñas. Incluso ahora, con la expansión bailable del género, también abren trocha en temas que orquestas como las de D'Arienzo y Biagi, dejaron buriladas en registros milongueros al mango. Por ello, y aunque su nombre no tenga la resonancia de otros colegas, es importante destacar la fuerza vital de algunos de sus tangos.

El caso de Las cuarenta, un tango atado al palenque de las obras de larga duración, por la polenta de sus versos y la emoción y experiencia que aflora en los mismos. El guitarrista Roberto Grela, le puso música a la poesía de Gorrindo en 1936 y a comienzos del 37, Azucena Maizani con su potente voz dramática lo estrenaba entre grandes aplausos en el teatro Nacional. Francisco Lomuto con su cantor Jorge Omar también lo instaló rápidamente en el gusto popular.

                          
Francisco Gorrindo


Julio Jorge Nelson, con quien tuve una linda relación luego que fuera mi jurado en el programa "Odol pregunta", contaba cierta historia sobre este  tango, que hablaba de un incesto entre hermanos, con el embarazo de la chica y la tragedia familiar que ello desencadenó, en La Plata. Según esta versión, Nelson se la transmitió a Gorrindo y éste lo llevó al verso que haría furor. Es posible, dado que en todo cancionero, muchos temas llevan una historia real escondida en los mismos.

Gorrindo vivió siempre en la localidad bonaerense de Quilmes, donde nació,  y aunque iba seguido a Buenos Aires, nunca dejó su barrio y viajaba los 20 kilómetros que lo separaban de la Capital Federal, nocheando y pasando muchos momentos con los amigos que le granjeó el tango. Como Juan D'Arienzo y los músicos de su orquesta. Con ellos creó temas que incorporó con gran éxito el Rey del compás a su  repertorio, llevándolos al disco con mucha fortuna.

                                       

Los casos de Dos guitas y Paciencia que firmó con el propio D'Arienzo. Éste último lo dejaría el director en el disco tres veces, con Enrique Carbel, Alberto Echagüe y Horacio Palma. Con Domingo Moro, bandoneonista de D'Arienzo, compusieron otro golazo: Ansiedad, grabado por la orquesta y la voz de Echagüe. Con Juan Polito, el pianista, firmaron La bruja, otro acierto de Alberto Echagüe. Con Rodolfo Biagi, de quien sería gran amigo, hicieron Magdala, que fue la primera grabación de Armando Laborde con D'Arienzo. Agustín Magaldi también grabó Paciencia.

La sociedad con Biagi le permitió a Gorrindo disfrutar de otros éxitos como Gólgota, Por tener un corazón, Perdón, todos grabados por el pianista de San Telmo, además de Magdala que también lo registró con la voz de Jorge Ortiz. Con Ricardo Tanturi firmó La vida es corta, con el cual se luciera Alberto Castillo y que sigue siendo carne de milongas. Franciso Lomuto musicalizó otro de su grandes aciertos que tuvo largo recorrido en el repertorio de orquestas y cantantes: Mala suerte. Con Enrique Rodríguez, crearon el tango Dejame ser así, grabado por la orquesta del autor de la música, cantando el Chato Flores. Y por supuesto, dejó otras obras firmadas que tuvieron difusión. Entre ellas las primeras, que le grabaría Mercedes Simone. Como la hermosa canción: Verano que compuso Gorrindo con Joaquín Mauricio Mora.

Quizás en Dejame ser así, le estuviera mandando un mensaje de vida a su novia, Emma Lepanti.

Yo soy como los cardos del potrero
curtido por los vientos y del sol,
pero también capaces de dar flores, 
dejame seguir siendo como soy.

                             

Precisamente ella, que sería su esposa y madre de los tres hijos del matrimonio, a su muerte lo definía como "muy, pero muy desordenado con respecto a su producción... Lo mismo le sucedió con los discos, se los fue regalando a sus amigos..." Lo cierto es que Gorrindo fue un bohemio, descendiente de abuelos navarros del Valle del Roncal, que hizo sólo la escuela primaria, pero leyó mucho, perdió pronto a su padre, cantó en serenatas, fue adicto a la lectura, escribió muchos versos, y murió a los 55 años, aquejado de  cáncer, dejando un tendal de amigos y una hermosa familia.

Hoy lo recuerdo musicalmente en dos temas. Primero escuchamos Magdala, cantado por Héctor Mauré, acompañado por la orquesta de Jorge Dragone, en una grabación de 1971. Y Por tener un corazón, por Rodolfo Biagi, su orquesta y Hugo Duval, grabado el 4 de octubre de 1951.

Las cuarenta - Héctor Mauré

Por tener un corazón - Rodolfo Biagi-Hugo Duval



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