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sábado, 5 de marzo de 2016

Bien milonga

Sábado milonguero. Fresquito. Las tabas piden movimiento y la vitrola las empuja que da gusto. Cuando nos aprestamos para la milonga de esta noche, como todos los sábados y martes del año, en la Casa de Aragón, de Madrid (Pza. República Argentina nº 6), uno se afana en la elección, entre mates y bizcochitos, para no perder la costumbre,  Es fácil sentir esa picazón por dentro. Entonces podemos carburar con los temas que arrean con todo, rumbo a la pista.

La elección, para los que sabemos un cacho, es seleccionar entre música bailable y la que no lo es. Imposible errarle. Es cierto que todas las músicas pueden bailarse con mayor o menor fortuna, pero hay temas que inspiran, y otros con menos poderío milonguero. Eso es todo. La base. Era muy difícil en las milongas porteñas de los cincuenta, que el encargado "anónimo", de esta selección fallara en su cometido. Y ni sabían que eran discjockeys, como se llamarían luego, y eran desconocidos al público, en general.

                                             


Por eso hoy me gusta echar la vista atrás, para recordar a algunas parejas de tango que, en su momento, nos enamoraron visual y estéticamente. No existía la gran proliferación de duplas exitosas que circulan hoy día por todo el mundo, pero tenían sus laureles y sus seguidores, muy bien ganados.

Por ejemplo, la inolvidable pareja que compusieron los jovencitos Javier Rodríguez y Geraldine Rojas, que cautivaron a los públicos de medio mundo, cuando el tango comenzaba su gran avanzada en el alma de diferentes pueblos. No resisto a la tentación de volver a verlos cada tanto, porque, como los grandes binomios que se fueron desarmando por esos avatares de la vida, dejaron una estela luminosa que da gusto revivir.

En este caso, podemos verlos en la ciudad italiana de Bologna, bailando el tango de Mariano Mores: Tanguera. Y lo hacen de maravilla. Rompedores.

                                    
                          
                                
Y también recuerdo nuevamente a uno de los bailarines de tango que más me gustó siempre. Lamentablemente se nos fue de repente, en pleno éxito, cuando tenía tanto para dar, enseñar y hacernos disfrutar. Tuve la suerte de presentarlo en dos festivales en Madrid y fuimos amigos. Osvaldo Zotto, que de él hablo, con su pareja de entonces, Lorena Ermocida, nos deleitan con su interpretación del tango de Osvaldo Ruggiero: Para dos, interpretado por la orquesta Color Tango, siguiendo los cánones de Osvaldo Pugliese. Lo hacen en una milonga de Los Ángeles (U.S.A.)


                                                                          

Como dice el valsecito: Muchachos esta noche se hará recordación...  Y cierro con Los mismos Javier Rodríguez y Geraldine Rojas. En este caso se lucen un montón bailando la milonga La espuela, con orquesta, en vivo.


                                           

Me viene a la cabeza el portorriqueño Tito Rodriguez cantando en los años sesenta: "En la vida hay amores que nunca pueden olvidarse". Al menos en el recuerdo de las cosas hermosas que vimos realizar en la pista a algunas parejas, y que vale la pena revivir. Y aunque para sus protagonistas son cosas olvidadas que vuelven desteñidas,  en el recuerdo de todos los que les hemos disfrutado viéndolos bailar, están vivitos y coleando.


                  
                                                           


                                                     















   

 

 

 

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