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miércoles, 5 de agosto de 2015

De Caro en Viña del Mar

Con estos calores suelo irme a la terraza de casa, llena de plantas, flores y bien cubierto, y me llevo algún libro. Hoy estuve repasando El Tango en mis recuerdos, el libro de Julio De Caro, que me regaló y dedicó en agosto de 1972, cuando lo invité a un programa que hacía los domingos en Radio Argentina. Estaba retirado, vivía en Mar del Plata y le costaba mucho hablar, por los problemas que le había traído la barbada del violín en que apoyaba su mentón. Hoy quiero traer una página de este libro en el que narra su viaje a Chile con la orquesta.

CHILE: VIÑA DEL MAR

-A  raíz de una cruzada en favor de las familias indigentes, la Sociedad de Beneficencia de aquel país hermano nos pidió colaborar con ellos, lo que hicimos gustosos, actuando los domingos por la mañana en el salón de actos del Casino de Viña del Mar. De inmediato nos granjeamos la simpatía general, tanto del público como de la prensa chilena quien, en sus columnas, nos dedicaba diariamente encomiosos elogios.

                             
Julio y Francisco De Caro


  Sorpresivamente llegó a la ciudad balnearia Sofía Bozán (La Negra), en un viaje de descanso, pero al sabernos empeñados en aportar nuestro "granito de arena" en la benéfica campaña, se unió a nosotros, cantando tangos en un concierto, coronada su generosa actitud con rotundo éxito.
  A los pocos días de estar actuando, las invitaciones llovían de continuo, demostrándome la sociedad chilena, con su hospitalidad, que antes de visitarlos ya era considerado un amigo y, no pudiendo negarme, realmente debía multiplicarme para cumplir con todos, cuando podía  tener tiempo libre, pero lo que no concebían (y francamente notaba molestia en ellos) era el no poder acompañarlos en los continuos brindis, dado mi natural rechazo por el alcohol; ¿cómo podía hacerlo, cuando en aquel tiempo lo usual y de moda eran el Pisco y el "Cola de Mono"? ¡verdaderos explosivos!

   Esta sensibilidad de los amigos me creó un gran problema, ya que, habiendo alcohol de por medio, era más que imposible esquivar el bulto con cierta dignidad. Afortunadamente, uno de los directores del Casino, señor Escudero, pudo solucionarlo satisfactoriamente, haciéndome extender un certificado médico donde se me prescribía abstención absoluta de alcohol, por no tolerarlo, con peligro para mi salud, permitiéndoseme, solamente naranjada; y así, munido de este protector escudo, quedé liberado de tan incómoda posición.

                                            
 Orquesta de De Caro: Carlos  y Romualdo Marcucci,  Clausi y Félix Lipesker eran los fueyes

   Evocando la brillante temporada, por agradabilísima, con las demostraciones recibidas no olvidaré a mis compañeros de labor, quienes, correctísimos, cumplidores, hicieron mucho para ganar esos laureles, tanto más cuando uno de ellos, Carlos Marcucci, estaba nerviosísimo, a la espera de noticias de Buenos Aires, donde la señora aguardaba un bebé a muy breve plazo. Comprendiendo su estado de ansiedad, lo decidí a acompañar a su esposa y, a punto de partir, llegó la feliz nueva, celebrada por todos con una emocionante fiesta.

   Entre estos especiales recuerdos debo mencionar a mi gran amiga Blackie (Paloma Efrón), quien ha batido records con su natural dinamismo, y en ese ayer, integrando mi orquesta melódica internacional. Hija cariñosa, vivía pendiente de su señora madre, que quedara con el resto de la familia en Buenos Aires y yo, debiendo hacer una "impasse" a mi actuación de Viña del Mar, por dar cumplimiento a un contrato firmado con Don Clemente Lococo, para realizar los bailes de carnaval, en el cine Pueyrredón, de Flores, ofrecí a Blackie esta oportunidad de regresar para así abrazar a los suyos.

                                      

   Al llegar a los Andes tuvimos que pernoctar una noche en un hotel, más que inclemente, que nos tuvo en pie hasta el momento de volver a viajar. Cumplida mi actuación, donde Edmundo Rivero fue el "chansonnier", y satisfecha Blackie en la corta visita, muy benéfica para su espíritu, regresamos a Viña del Mar, y luego proseguimos a Santiago, donde también los diarios locales "nos echaron flores" en primeras páginas.

   Guardaré para estos hermanos chilenos lo mejor de mis sentimientos ya que, en ambas ciudades nuestra labor fué gratísima, combinando fiestas, paseos y trabajo. En Santiago nuestra presentación se hizo en el Teatro Municipal y Radio Baquedano, pegando luego la vuelta al pago.

Y después de estas palabras escritas del maestro, nada mejor que recordar el tango que compuso con letra de Mario César Gomila, dedicado a esa famosa ciudad blanearia chilena: Viña del Mar y con dicho título. Lo grabó con su orquesta en 1936 y el cantor Pedro Lauga.

Viña del Mar- Julio De Caro-Pedro Lauga


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