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miércoles, 30 de abril de 2014

Rodolfo Scianmarella

Me lo presentó mi compañero Coco D'Agostino en el Café Tortoni. Como sabía que yo era muy tanguero, me llamó y me invitó a tomar un café con él. Acababa de llegar de España, adonde había recalado durante 12 años,  huyendo de la dictadura que derribó al gobierno constitucional de Juan Domingo Perón, al que Scianmarella había adherido fervientemente. Incluso fue el autor de Evita capitana, una marcha partidaria que pasaban en las canchas durante los intervalos de los partidos de fútbol.

Elegante, simpático, buena figura, me costaba en principio mezclar al autor de tantos tangos y valses de mucho éxito, con su creación de Por cuatro días locos, la marcha-canción que Alberto Castillo convirtió en un éxito sensacional en 1953. Incluso lo canta en la película del mismo nombre que protagoniza el "cabezón" y que dirigiera Julio Saraceni con guión de Scianmarella y Ariel Cortazzo.

El autor, guionista y compositor en 1936
 Se reía cuando le comenté el caso. Y me respondía que venía muy bien en aquellos días, para alegrar a la gente y disfrutarlo en los carnavales, porque hasta lo tocaban las orquestas de jazz y otras de distintos géneros populares, y recuerdo el revuelo que se armaba con ese tema en la pista..

Pero Scianmarella, un porteño del barrio de Barracas que no perdió el acento después de sus exilios en México y España, dejó una hermosa estela en su paso por la vida.  En Madrid concurría normalmemente a la Quinta Puerta de Hierro y Perón lo recibía afectuosamente sabedor de que le haría pasar buenos ratos por su chispa permanente, buen humor y salidas jocosas. Además festejaban juntos el cumpleaños porque ambos habían nacido un 8 de octubre. Curiosamente, cuando yo me radiqué en Madrid y concurría habitualmente a hacer deportes en la Ciudad deportiva del Real Madrid, luego de los mismos, almorzábamos y despuntábamos algunas partidas de naipes o de dominó. Y uno de los integrantes de la rueda apellidado Batlló (de la familia de la célebre casa de Barcelona, realizada por Antoni Gaudí) me contó unas deliciosas anécdotas de Scianmarella.

                                       


Resulta que este hombre tenía una de las agencias de publicidad más grandes de la época, en la Ciudad condal. Y allí, por intermedio de otro argentino, conoció a Scianmarella y le encargó un "jingle" publicitario. El éxito del mismo fue tan grande que a partir de ahí le dieron nuevos trabajos y todos corrieron la misma suerte. España en esos momentos, es cierto, resultaba un país chato en la parte cultural, y el hombre de Barracas era muy ducho en el tema como ya había demostrado en su tierra. Y Batlló siempre me lo recordaba porque decía que aparte de su talento, cuando entraba en la Agencia, era una pequeña fiesta para todos por sus dichos.

                                         
Esa faceta de su vida, donde siempre había destacado, le creó una suerte de desprestigio entre algunos colegas de Argentina, como si fuera algo malo. Yo conocí a Carlos Bahr vendiendo cuadros de mariposas disecadas y a Julio Camilloni haciendo lo propio con artículos para talabartería. Y no por ello son menos valiosos sus temas. Además ya hacía sus pinitos colaborando con sus jingles en las campañas políticas de Hipólito Yrigoyen o en las de los socialistas Palacios y Sánchez Viamonte.

                               
Scianmarella en la foto con su hijo

La cuestión fue que Coco se tenía que ir y yo seguí charlando con Scianmarella en el Tortoni y disfrutando con sus anécdotas vividas con Gardel y Perón. El gran cantor le grabó nada menos que cinco temas: Ché Bartolo, Dos en uno, No te engañes corazón, Vieja recova (los cuatro con letra de Cadícamo) y ¿Porqué me das dique?, con versos de Luis Alonso. La obra de este autor-compositor es realmente impresionante. Gracias a su padre, de quien me contó maravillas (un modesto inmigrante que tuvo 11 hijos), toda la familia estudió música y a él se le dió por el piano. Pero su inventiva fue tan fecunda que durante su carrera artística puso música a unas setenta películas, e insertó en ellas temas que superaron a su época y siguen rodando.


  Desde que Ignacio Corsini, en 1926 estrenara su tango "No te engañes corazón, en la obra teatral La vida comienza mañana, el éxito lo acompañó para siempre. Estaba tocado por la varita mágica y lo mismo acertaba con la música que con la letra. Y me aseguró que como cantor no desafinaba y supo hacerlo por varias radios de su época. Su música iluminó diversas obras teatrales.

 Para no hacerlo muy largo, recuerdo simplemente algunas de sus obras, solos o en colaboración: Otra noche, Andate, Necesito Olvidar, Los cien barrios porteños, Virgencita de arrabal, Parece mentira, Llevátelo todo, Cuando estaba enamorado, Salud, dinero y amor (Mariano Mores dijo que en principio era una zamba dedicada a Julián Centeya y él se la transformó en tiempo de vals), ¡Qué fácil es decir, ¡Quien hubiera dicho!, Mi piba, Hacelo por la vieja, No quiero verte llorar, No te perdono más, Se pasó tu cuarto de hora, Adiós Buenos Aires, De igual a igual, Total para qué, Arrepentido, No quiero verte más, Demasiado tarde, Tres recuerdos y una ristra impresionante que pintan la paleta talentosa de un músico-poeta de aquella Buenos Aires azarosa y bohemia.

Scianmarella laureado por su obra en SADAIC
Varias generaciones de argentinos cantaron, silbaron y bailaron/bailan sus tangos que siguen airosos en el repertorio de orquestas y cantantes de ayer y de hoy. Me tienta traer al Blog diez o doce temas suyos, pero debo elegir al voleo un par para ilustrar la semblanza de un tanguero que merece ser recordado con todos sus méritos.Que son muchos y muy destacables.















Y un poco a la sans façon, hurgo en la Discoteca y extraigo Parece mentira, de Antonio Rodio y Scianmarella, grabado el 22 de noviembre de 1935 por Francisco Canaro con la voz de Charlo. Mi piba de Scianmarella y Manuel Romero, del 16 de marzo de 1943, en el registro de Ricardo Tanturi con Alberto Castillo y No quiero verte llorar con música de Agustín Magaldi y versos suyos, por Osvaldo Fresedo cantando el estribillo Roberto Ray, grabado el 12 de mayo de 1937.

Parece mentira - Charlo-Fco. Canaro

11- Mi piba - Tanturi-Castillo

No quiero verte llorar- Ray-Fresedo

martes, 29 de abril de 2014

Ciriaco y Ubaldo

Estos genios se sentaban un rato a jugar con sus intrumentos y la armaban en grande. Épocas maravillosas de aquella bohemia interminable, que todos los que tuvimos la suerte de poder vivirla la llevamos prendida en el cuore, como el abrojito que cantaba Morán.

Al margen de los espectáculos que podíamos presenciar en vivo y en directo, estaban esos momentos minúsculos e íntimos que nos dejaban palpitando con más fuerza el cuore, porque había entonces un estusiasmo febril y candor en el ambiente.  Era como una manera de reiventarse cada noche, ya sea en una milonga, o en la silla de uno de estos salones, confiterías o boliches donde estaban los grandes maestros del tango y su fecundidad espoleadora.

Ciriaco Ortiz- Edmundo Zaldívar- última actuación en El viejo Almacén (8-7-1970)

Después de una vida de tantas mudanzas, se nos concede el privilegio de habitar aquel pasado, que nos tuvo de testigos, con documentos que nos desbarrancan los recuerdos en una marcha atrás galopante. De cuando educábamos los sentidos y la sensibilidad.  Y se nos quedan gambeteando en la memoria.

Semejantes despliegues emocionales que muchas veces necesitaron macerarse en la contención, retornan cada vez con más fuerza cuando intentamos desvelar los secretos de aquella música. Su velocidad, sus lentitudes súbitas, su hermetismo. "El hilo tendido entre lo que fue y lo que será, es una apuesta ciega", repetía el poeta Juan Gelman, que fue gran tanguero. Cuando bailamos , necesitamos entregar todo el amor durante el tiempo en que se consume un tango. Y eso es lo que hacían aquellos músicos, cantores, compositores y poetas que orlaron la etapa más gloriosa de nuestra música nacional.

Ubaldo De Lío
Las quimeras que habitan en nuestros deseos nos dejan reconocer aquellos sueños trasnochados de bailar hasta el infinito, así como los artistas pertenecen al espacio misterioso y despejado del escenario. Y cuando las imágenes alborotadas se van poniendo en orden, me zambullo en la inventiva de un fueye cordobés jocundo que hace hablar a su instrumento, junto a un capo guitarrero de enorme imaginación melódica y armónica, que en sus trasnoches lungas, juegan con los instrumentos.

                                         

Se asocian así los talentos, sin preparación previa, sin ensayos. "Vamo'a darle". Y le dan. Ciriaco Ortiz y Ubaldo de Lío, en 1965, dejaron una serie de temas inéditos grabados, y escuchándolos se me encurda de emociones el cuore. Se trata de un archivo de grabaciones personales y exclusivos de Julio Álvarez Vieyra, realizados bajo su dirección. Vamos a compartirlos en un par de temas.

Primero en el tango de Cobián y Cadícamo: Los mareados. Y a continuación, No le digas que la quiero, de Enrique Delfino y Alberto Vaccarezza.

11- Ciriaco Ortiz y U. De Lío- Los mareados

09- Ciriaco Ortiz-U. De Lío - No le digas que la quiero

lunes, 28 de abril de 2014

Argentino Galván

Fue uno de los arregladores más importantes que tuvo el tango y junto con Héctor Artola destacaron firmemente en la hermosa década del cuarenta con infinidad de intervenciones en los temas de diversas orquestas de primera línea, sucediendo a inspirados precursores que habían lucido en el género.  El Indio Galván como le llamaban sus amigos en la intimidad, fue violinista, instrumento que estudió a fondo durante cinco años con su profesora e incluso tuvo orquesta propia en sus pagos de Chivilcoy, localidad bonaerense situada a 170 kilómetros de la Capital. Allí lo descubriría Alfredo Gobbi en una actuación y le habló para que buscara mejores horizontes para su talento.

                                                

En 1935, con 21 años, se largó a Buenos Aires a tentar fortuna con su violín y sería uno de los varios inquilinos pobres de la famosa Pensión La Alegría de la calle Salta, donde convivió con tantos músicos venidos del interior,  que harían carrera en aquella ciudad que respiraba tango por todos sus poros. Pasaría por las orquesta de Florindo Sassone y la de José Luis Padula o Miguel Caló, para luego compaginar su labor en el conjunto de Enrique Delfino y la dirección de la formación que acompañaba a Roberto Maida en lugares nocturnos.

Fue muy importante su trabajo en ese sentido, porque respaldó con su orquesta a numerosos cantores de primera línea: Ocar Alonso, Horacio Deval, Virginia Luque, Jorge Vidal, Raúl Berón, Jorge Casal,  Agustín Irusta y otros artistas destacados. Pero cuando comenzó su trabajo de arreglador, fue el momento en que entraría en la historia como figura preponderante.

                                                     
Troilo, Galván, Stamponi, Grela y Francini

Decía el musicólogo  Luis Adolfo Sierra que Argentino Galván, con su indiscutida autoridad profesional, sostuvo que el tango  acepta otros instrumentos además de los que le son ya habituales, sin que tales inclusiones afecten su esencia misma. Pero está estrictamente condicionado a la circunstancia de que los elementos a utilizarse y su tratamiento orquestal se ajusten al verdadero sentido del tantgo, en lugar de que sea éste quien deba  amoldarse a una estructuración tímbrica previamente establecida.

Como consecuencias de esta premisa fundamental, entendía Argentino Galván que los ejecutantes llamados a interpretar con instrumentos que le son todavía extraños al tango, deben poseer la necesaria ductilidad  como para imprimirle a sus versiones el carácter temperamental que le es propio. De lo contrario las orquestas de tangos sonarán como bandas comunes.

Al retirarse Piazzolla de la orquesta de Aníbal Troilo, en julio de 1944, Pichuco llamó a Galván para que le llevara la mayoría de los arreglos para su formación. Y allí dejaría una obra muy importante para el tango, aunque la goma de borrar de Troilo funcionase para que no se saliese el arreglo de su forma de sentir el tango y su orquesta.  También arreglaría Galván para Caló,  Fresedo, Francini-Pontier (muy bueno su trabajo en La Beba), Pugliese, Basso y hasta orquestas de otros géneros como las de Efrain Orozco o Eugenio Nóbile.

                         

Sin desconocer todo lo que hizo con sus trabajos para el conjunto Los Astros del Tango, o en La Historia de la Orquesta típica, su labor musical en la Editorial Julio Korn o la banda de sonido para diversas películas, lo cierto es que se nombre quedó adherido firmemente a la figura del arreglador, que luego sería vital para todas las orquestas del futuro.

Además dejó varios temas con su firma de los que destacaría: Cafetín, El día de tu ausencia, Esta noche estoy de tangos, Me están sobrando las penas, con  poetas fundamentales.

                                     


Y para calibrar su trabajo de arreglador-orquestador, traigo estas dos versiones: Adiós Bardi de Osvaldo Pugliese, por la orquesta de éste, grabado el 17 de octubre de 1944.Y Me están sobrando las penas, que compuso Galván con José Basso y Carlos Bahr,  registrado el 1 de agosto de 1944 por Aníbal Troilo con la voz de Alberto Marino. Dos joyitas, sí señor.

037- Adiós Bardi - Osvaldo Pugliese

048- Me están sobrando las penas - Troilo-Marino

domingo, 27 de abril de 2014

Quinteto Marcelli

Este violinista de larga trayectoria en los rieles del tango, que integra la Orquesta Estable del Teatro Colón como primer atril de su instrumento, desde 1984, sustituyó a Cacho Herrero en la orquesta de Osvaldo Pugliese junto a quien estuvo seis años, como arreglador y primer violín. Tiene una carrera impresionante y ha viajado por todo el mundo con distintas orquestas y con su propio conjunto.

Acompañó incluso al bailarín Julio Bocca y al Ballet argentino en Estados Unidos. Su curriculum es interminable, pero después de la Filarmónica del Colón bastaría sumarle a grosso modo su actuación en el Quinteto de Cámara Ensamble del Plata, la Dirección de la Orquesta Estable del Tango  de la Ciudad de Buenos Aires y de la Orquesta Escuela de Tango, en la que también militó como violín solista.
                                   

 En una charla que tuvimos el año pasado en Madrid cuando vino integrando la Selección Nacional de Tango con Ariel Ardit como cantor,  me recordaba a toda su familia proveniente de un pueblito italiano  de la Toscana. Y contaba que el padre le impregnó su afición por el violín, que tocaba con piezas de su país natal. "Esos sonidos me parecían contener algo de misterio, de nostalgias, de sus raíces, unas melodías muy propias y cálidas. Pero cuando encontré el tango, descubrí otra cosa distinta, una profundidad que me obligó a seguir en él, a zambullirme y estudiar".

                                         
En mayo de 2013 en el Bellas Artes de Madrid con Mauricio.

Y ahí sigue hasta que las manos, las orejas  o el cuerpo digan: basta. Porque ha gastado infinidad de pasaportes y sigue usándolos. Con Salamanca y Marconi estuvo en Japón como primer violín, y luego con su propio Octeto recorrió todo el país nipón. Con apenas 16 años ya entró a formar parte del álbum tanguero. Se alineó en orquestas de mucho peso: Francini, Gobbi, Argentino Galván, Miguel Caló, Aníbal Troilo, Osvaldo Pugliese, Atilio Stampone y otros con los que recorrió el mundo.

                                  
Pane, Garello, Marconi y Marcelli en París. (Foto Ana Morán)
En 1999 grabó un CD en el Sello Melopea que incluye 14 temas. El Tano Marcelli en violín, dirección y arreglos. Hugo Romero en guitarra, Hernán Posetti al piano, Pablo Mainetti en bandoneón y Marcos Ruffo al contrabajo. Cacho Tirao hace un dúo con Marcelli en el Tango Volver. La dupla Atilio Stampone-Mauricio Marcelli interpreta Sueño de juventud y el Trío: Leopoldo Federico-Marcelli-Romero hace el tango Bandó. Además. Diego Solís canta Después de la medianoche y Mi tango triste.

Yo los dejo con dos excelentes versiones del Quinteto, que vienen en ese CD. El tango de Agustín Bardi: Gallo ciego, y el valsecito de Francini-Stamponi y Homero Expósito: Pedacito de cielo.

01- Gallo ciego - Quinteto Marcelli

10- Pedacito de ciello - Quinteto Marcelli

viernes, 25 de abril de 2014

El cantor de Buenos Aires

Este tango de Juan Carlos Cobián y Enrique Cadícamo guarda unas pequeñas historias que vale la pena recrearlas otra vez. En marzo de 1936 Cadícamo se encontraba terminando de escribir una comedia en tres actos con intercalaciones musicales por encargo del empresario del Teatro Smart, Alberto Ballerini que era amigo suyo. La obra se titulaba El cantor de Buenos Aires y era una suerte de biografía de Carlos Gardel, fallecido trágicamente nueve meses antes.

Justo volvía de Brasil Juan Carlos Cobián y Cadícamo lo recordaba:
-Aquella llegada de Cobián me vino bien para encargarle los números musicales. Lo mandé llamar y vino al teatro. Enterado de lo que le proponía, en menos tiempo de lo que yo supuse, se puso a trabajar, apareciendo dos días después con los manuscritos que de inmediato hicimos escuchar al señor Ballerini. Éste, despues de escucharlos quedó encantado, observándonos solamente uno de los tangos, que le parecía antipopular por la complicada construcción del refrán.


El mismo Cadícamo diría que "efectivamente, a Cobián se la había ido la mano en éste al que yo había titulado "Nostalgias". Le pedí entonces que suprimiera la cadencia que a mí me parecía muy original pero difícil para Roberto Páez, que era el cantor de la obra".
 Cobián, con modestia -el género de orgullo que menos desagrada-, me respondió sonriendo: "Le haré otro...Ése queda así como está"...

-De un día para otro compuso un nuevo tema al que le adapté la letra titulándolo con el mismo nombre de la obra: "El cantor de Buenos Aires". En cuanto al otro, titulado "Nostalgias", quedó para mejor oportunidad.

                                               
Demás está señalar cómo se equivocó el empresario del Teatro, dado que Nostalgias figura entre los cinco tangos más escuchados en el mundo entero y cantado por infinidad de artistas de todos los idiomas. Pero a mí no deja de asombrarme permanentemente la facilidad que tenían estos genios para sacarse letras y músicas de tango de la galera, de un día para el otro. Y convertirlos además en éxitos.

El cantor de Buenos Aires lo graba Aníbal Troilo con la voz del uruguayo Carlos Olmedo en 1955, en el sello TK. Este cantor había reemplazado a Jorge Casal, alejado de la orquesta y estuvo apenas un año en la formación de Pichuco, por su indisciplina. Antes había pasado fugazmente por la orquesta de Osvaldo Pugliese y le pasó otro tanto. Curiosamente lo vi cantar en ambos conjuntos, que actuaron en el Club atlético Huracán y como siempre, acudimos con la barra para milonguear. Además yo era hincha de Troilo y lo veía en la radio y en lugares nocturnos. Y me gustaba la voz grave de este cantor.

Se llamaba en realidad Delmar Velázquez Childe y había ganado (empatado con Víctor Ruiz, luego cantor de Donato Racciatti) un concurso de cantores que se realizó en el céntrico Café El Ateneo, de la 18 de julio, en Montevideo en el año1940 y en el que participaron artistas como Julio Sosa o Pablo Moreno, luego grandes amigos los tres. En 1947, Olmedo se largó a Buenos Aires y en el Vapor de la carrera ideó su nuevo nombre artístico.

Carlos Olmedo
Cantó en lugares céntricos, estuvo en la orquesta de Ricardo Pedevilla, y Pugliese lo contrató para cubrir la baja de Juan Carlos Cobos, que se fue a Europa. Su estilo de vida chocó rápidamente con la disciplina del hombre de Villa Crespo y se le abrió de nuevo la puerta grande cuando ingresa en la escuadra de Troilo para formar dupla con Raúl Berón (que sería reemplazado en seguida por Pablo Lozano). Pichuco se volvió loco con estos dos bohemios incurables. Apenas duraría un año en la orquesta y dejó solo dos grabaciones en las que se aprecia el buen gusto y la calidez de su voz varonil y bien templada: El cantor de Buenos Aires y Recordándote de Guillermo Barbieri y José De Grandis.

                                           
Yo lo vería más tarde en la Confitería La Armonía de la calle Corrientes en un conjunto que comandaba con mi amiga Ruth Durante y Enrique Castel, acompañados por la orquesta que dirigía Ángel Baya.Y lamentaba que teniendo tan buenas condiciones haya malogrado su carrera artística, que simbolizaba con su tango: "De puro curda", que lleva letra de Abel Aznar y música suya. De todos modos, conversando, me diría: "Troilo es un fenómeno como músico y como persona".

Para recordarlo cantando, hoy lo traigo al blog con el tema de Cobián y Cadícamo que le da título a la nota y  Recordándote, los dos temas que grabó con Pichuco en 1955.

125- El cantor de Buenos Aires- Troilo-Olmedo

124- Recordándote - Aníbal Troilo-Carlos Olmedo


miércoles, 23 de abril de 2014

El Cachafaz

Sus mentas de bailarín trascendieron a su tiempo y siempre se lo recuerda, aunque no haya documentos fílmicos que lo muestren en plenitud. Apenas un par de apariciones brevísimas en las películas Tango (1933), y Carnavales de antaño (1940). En la primera baila con una jovencita Carmencita Calderón y en la otra dirigida por Manuel Romero, con Sofía Bozán, que no era bailarina.

Con esa costumbre tan porteña de poner apodos a la muchachada, a él lo simbolizaron con ese vocablo que allá se usa para definir al descarado o pícaro. Y su pinta lo ayudó para el mote. Como El Tigre Millán ("Picao de viruela, bastante morocho, / encrespao el pelo lo mismo que mota") que definiera Francisco Canaro, este hombre de Boedo, hijo de francés y cordobesa, criado en un conventillo de Independencia y Boedo, cargaba con esos rasgos.

                                           


Como todo personaje que ingresa en el marco de la leyenda, muchas de las cosas que se cuentan sobre sus hazañas, orillan el umbral de lo agrandado o deformado. Se dice que en el barrio solía armar líos y crearle problemas a sus padres. Pero quienes han vivido en el sur porteño, en aquellos infrahumanos falansterios, conocen las humoradas y picardías que las barras de muchachos urdían para mejorar las tristes vidas que sobrellevaban sus progenitores. 

Es fácil imaginar que Ovidio José Bianquet -su nombre- no tuvo profesores de tango más que la mescolanza con los más grandes para urdir pasos y seguir las melodías de aquellos tangos iniciáticos ya que en 1900, él tenía apenas 15 años. Y sacaba todo con gran facilidad. Época tumultuosa, que Francisco Canaro en sus Memorias, recuerda así:

                                           


-Al independizarme de Vicente Greco, formé un terceto con José Martínez como pianista y Pedro Polito en el bandoneón. Con este flamante conjunto debuté en el teatro Olimpo, situado en la calle Pueyrredón 1461. En 1915 la sala se transformó en Academia de Baile, donde se abonaba diez centavos por pieza para bailar y, al efecto, la Empresa, para dar mayor ambiente a su finalidad tenía contratadas varias bailarinas. (...)
Concurría con suma frecuencia a los bailes del Olimpo un personaje que ya gozaba de cierta popularidad: Benito Bianquet "El Cachafaz" (n. de la r: lo de Ovidio es otra muesca para su leyenda), a quien no se le cobraba la entrada, porque era una verdadera atracción; cuando él bailaba, la concurrencia entusiasmada le formaba rueda y él se floreaba a gusto haciendo derroche en las figuras del típico tango de arrabal. Puede decirse sin temor a hipérbole, que "El Cachafaz" fue indiscutiblemente el mejor y más completo bailarín de tango de su tiempo. No tuvo maestro de baile, su propia intuición fue la mejor escuela de su estilo. Era perfecto en su porte, elegante y justo en sus movimientos, el de mejor compás, en una palabra. El Cachafaz , en el tango, fue lo que Carlitos Gardel como cantor: un creador; y ambos no han tenido sucesores, sino imitadores.

                                           
El Cachafaz con Sofía Bozán

  Está claro que Pirincho no fue bailarín y que esta exégesis debemos tomarla como propio de alguien que admira algo que no domina, pero no olvidemos que con el tiempo, Canaro siempre tendría en su espectáculo a parejas de bailarines como Miguel Bucino y su compañera, Lalo y Julia Bello, etc.
Carmen Micaela Riso de Cancelieri, más conocida por Carmencita Calderón (apellido de su abuela materna) formó con El Cachafaz, el dúo más taquillero de su época. Debutaron con la orquesta de Pedro Maffia en el Teatro de San Fernando y con Francisco Canaro desfilaron en los escenarios de numerosas provincias y países.

Cuando hablé con ella y la pinché a propósito  diciéndole que había bailarines mejores que El Cacha, saltó como leche hervida.
-¡Por favor, no diga eso! El cacha fue el más grande de todos. Nadie puso inventar tantos pasos como él. Y ninguno igualó su elegancia.
El Cacha le llevaba 16 años de diferencia,  la trataba de usted y le presentaría en "su oficina" -una mesa del Café de Corrientes y Talcahuano-, a Carlos Gardel, Enrique Muiño, Elías Alippi, Tito Lusiardo y otras figuras de la época. Fue su última pareja. Bailaron juntos casi 10 años y Bianquet entraría definitvamente en la leyenda el 7 de febrero de 1942, cuando cayó víctica de un síncope cardíaco, en su camarín del Rancho Grande de Mar del Plata, apenas momentos después de haber bailado en el escenario el tango Don Juan, con ella. Tenía 57 años.

El Cacha con Carmencita Calderón
En su curriculum estiban numerosas anécdotas de todo calibre. Incluso viajes a Estados Unidos y Europa para dar clases, todo un adelantado en ese sentido. Alguna vez conté que el autor de tantos tangos famosos, Santiago Adamini, era también milonguero y en una oportunidad, estando ambos en una sala de baile, el Cachafaz le dijo que andaba "mal de fondos". Adamini que llegaría a ser presidente de SADAIC, fue a ver a Anselmo Aieta y le pidió que lo incluyera al Cacha como compositor de Tras cartón, un tango que acaban de componer entre ambos, para que se ganara unos pesos. Aieta accedió de inmediato y enseguida lo grabarían Francisco Canaro en forma instrumental y Carlos Gardel, para ayudarlo.

Y para terminar esta semblanza del Cachafaz, voy con otro recuerdo de Canaro de los años 15/16.

                                     


-Los sábados y domingos pasábamos a tocar en un salón de baile de la calle Granada (Hoy Boulogne Sur Mer), entre Viamonte y Tucumán y donde ganábamos cinco pesos cada uno. Luego se puso difícil y pasamos a ganar cuatro pesos por noche; pero nosotros seguimos tocando a pesar de que, además de trabajar arriesgábamos  la vida, porque en esos locales de baile era frecuente que se armaran broncas descomunales.  Precisamente, recuerdo  que una noche hallándose en una mesa El Cachafaz con "El Paisanito" y otros amigos, apareció otro bailarín de tango, "El Rengo Cotongo, guapo el hombre y según decían de averías y de mal vivir; lo acompañaban otros sujetos de pinta no muy recomendable, quienes se se ubicaron en una mesa próxima a la de El Cachafaz. El Rengo Cotongo traía también a su compañera de baile. 

-Empezaron a beber en ambas mesas, y entre baile y baile lanzaban indirectas alusivas a El Cachafaz, y se originó un desafío. Querían dilucidar y dejar sentado cuál de los los dos era mejor bailarín. Se concretó la apuesta y el primero en salir a bailar fue El Rengo, quien pidió que tocasen El entrerriano. El apodo le venía porque rengueaba de una pierna, pero en realidad bailando no se notaba la renguera (...) Salió el famoso Rengo haciendo filigranas, aclamado por la barra que lo acompañaba y por los contertulios que simpatizaban con él y terminó la pieza entre grandes aplausos.

...Y le tocó a Cachafaz, quien pidió que tocasen "El  choclo". Salió con su garbo varonil y con su postura elegante haciendo con los pies tan maravillosas "fiorituras" que sólo faltaba que pusiera su nombre, pero dibujó sus iniciales entre atronadores aplausos y "vivas". Al verse El Rengo y sus compinches desairados en su desafío, ahí nomás empezaron a menudear los tiros y se armó la de San Quintín. En medio del barullo nosotros no sentíamos más que el ¡Pim, paf..pum!... y las balas pegaban en las chapas de hierro que cubrían la baranda del palco donde nosotros tocábamos, viéndonos obligados a echar cuerpo a tierra hata que amainó el escándalo con la presencia de la policía que arreó con todo el mundo a la comisaría...

Y podemos ver esta escasa secuencia donde baila El Cachafaz con Carmencita en la película Tango, entre otros parejas, con el estilo de entonces.

                                    


lunes, 21 de abril de 2014

El tano Puglisi

Fue una figura familiar en la orquesta de Juan D'Arienzo, con esos largos solos y el sonido que emitía su violín conocido como "la vaca" en el ambiente. Sus solos los reservaba D'Arienzo para las tesituras graves, y aunque para los expertos se reducía notablemente su talento, y era la contrafigura de lo que él había aspirado como músico maravillosamente dotado; para los bailarines, esa mezcla con los staccattos de los bandoneones y la marcación permanente del piano, nos parecía genial.

Claro, los milongueros tenemos un prisma distinto para medir la temperatura musical de las orquestas y así como para algunos hay conjuntos que no nos mueven a levantarnos de la silla, hay otros que nos sacan a empujones. Y el de D'Arienzo fue uno de ellos. Incluso ese rumor del "violín mojado", tan utilizado por sus violines,  induce sabiamente e influye en los movimientos de la pareja.

A la izquierda de D'Arienzo, festejando el cumpleaños de éste.
Cayetano Puglisi nació en Messina (Sicilia, Italia) y fue el mayor de tres hermanos dedicados todos a la música desde niños. Tenía siete años cuando su familia llegó a Buenos Aires como inmigrantes pobres. Y siguió estudiando música con el maestro Carlos Pessina, como lo hacía en su país natal. A los doce años recibió una beca del diario La Prensa, para perfeccionarse en Europa, pero los avatares de la Primera Guerra Mundial, torcieron su destino. Y afortunadamente para el tango, porque con apenas trece años, el pequeño violinista ya tocaba en bares de la Boca. Y en un trío infantil que completaban Carlos Marcucci en bandoneón y Pedro Almirón al piano, siempre en horarios vespertinos.

                                         

El tano Puglisi siempre estuvo encuadrado entre los críticos y sus colegas como un evolucionista y lo encaraman en el podio de los más dotados y estudiosos. Elvino Vardaro, que compartió filas de violines con él en la orquesta de Firpo, y fue gran amigo suyo,  nos decía un día en radio El Mundo, en un programa que yo compartía con Antonio Carrizo. "El problema que tuvo fue que con D'Arienzo siempre ganó muy buen dinero y eso le permitió tener una vida digna. Al fin de cuentas el inmigrante siente esa necesidad de tener siempre los pies bien apoyados. Pero no era la música que él hubiera querido hacer".

                                 

Roberto Firpo, gran figura del tango en su época, lo vio en el Café Iglesias y se enamoró de sus cualidades. Tenía apenas 14 años y su estatura lo hacía incluso menor. Al alejarse Ferrazzano de la orquesta, Puglisi ya pintaba para primer violín, toda una hazaña, cosa que haría a sus dieciseis años.  Y Firpo le dedicaría su tango "El talento", patentizando la admiración que sentía por él. Lo llamaría Enrique Delfino para unas grabaciones y también Francisco Canaro. Con la anuencia de Firpo tocaba en ambas orquestas a la vez.

Repentinamente Firpo decide dejar un tiempo el tango para dedicarse a las finanzas y con los elementos de su disuelta orquesta, Puglisi arma un Sexteto que graba en la Victor y actúa en el Maipú Pigall. Integraban ese sexteto evolucionista: Luis Cosenza al piano, Federico Scorticati y Pascual Storti (luego Domingo Triguero) en bandoneones, Puglisi -director- y Octavio Scaglione en los violines, y su hermano menor José Puglisi en contrabajo.

                                     


Ese conjunto tenía un sentido totalmente distinto a aquellos en los cuales había intervenido, un sonido decareano que mereció los plácemes del ambiente. Duraría apenas dos años esta formación, aunque dejaría su sello indeleble en el surco y la necesidad le hizo regresar a la orquesta de Canaro con quien permanecería tres años. En 1934 formaría nueva orquesta en la cual estaban elementos como Orlando Goñi al piano, Alfredo Calabró y Toto Rodríguez en los fueyes, Mauricio Mise y Juan Bianchi junto a él en la fila de violines, y Antonio Rodríguez Lesende era el cantor.

Como no pudo entrar en las grabadoras deshizo esta orquesta y fue pasando por las filas de Cobián, integró con éste y Ciriaco Ortiz el Trío Número uno, fue músico estable de radio El Mundo y también tocó en la orquesta de Julio De Caro. Sería en 1940 al irse todos los músicos de D'Arienzo para ponerse bajo la dirección del pianista Juan Polito, cuando el Rey del compás forma nueva orquesta y lo convoca a Puglisi para la misma.

Ciriaco Ortiz, Juan Carlos Cobián y Cayetano Puglisi
Nada menos que 28 años estuvo este fenomenal violinista en la orquesta triunfadora de DÁrienzo. Y aunque no compartiera las premisas musicales del director, supo amoldarse a la misma con la humildad que siempre lo caracterizó y así lo vimos en infinidad de milongas y actuaciones. Cuando daba el paso al frente para efectuar esos solos que minimizaban su talento, los milongueros veíamos crecer su pequeña figura y agigantarse con el instrumento.

                              
Hoy lo traigo del recuerdo con dos temas del Sexteto que dirigió entre 1928 y 1930. El tango de Vicente Gorrese y Bernardo Germino: Criolla linda y de Gerardo Matos Rodríguez: La cumparsita, versión en la cual buceará luego D'Arienzo. Ojo al piojo. Ambas grabaciones son del año 1929.

03- Criolla linda - Sexteto Puglisi

01- La cumparsita- Sexteto Puglisi




domingo, 20 de abril de 2014

Redención

Es una hermosa página de Alfredo Gobbi, que lamentablemente, nunca llegó a grabar con su orquesta. Existe una grabación suya en solo de piano, que fuentes fiables dicen que está realizada sin conocimiento suyo. Está tomada en Radio El Mundo en una época en que Gobbi había entrado en un profundo misticismo y se le escucha decir que lo dedica a Jesús de Nazareth.

Alfredo Gobbi tocaba y componía también en el piano
                                   
-Tocaba el piano con tres dedos y sonaban cosas bellísimas -dijo Piazzolla-, como un valsecito que me había dedicado a mí. También tuve una enorme desgracia, porque una vez Alfredo vino hasta mi casa, yo no estaba, y me dejó la música de ese vals por debajo de la puerta, escrito de manera primaria, con lápiz. Cuando la encontré empecé a estudiarla, la analizaba, y pensaba para mí: qué belleza, cómo me gustaría componer como este hombre. La desgracia fue haber perdido esa hoja, nunca me lo voy a perdonar. Al poco tiempo, murió. Fue enconces cuando yo escribí "Retrato de Alfredo Gobbi".


Hace unos años la historiadora Nélida Rouchetto le dejó a Ignacio Varchausky, contrabajista, productor musical y fundador de la Orquesta El arranque, la partitura de ese tango: Redención. Se la había entregado a ella Mario Demarco, que fuera primer bandoneón de Gobbi y arreglador del tema. "Cuidala mucho que es un tesoro",  le dijo Demarco a  Nélida

Uno de los primeros temas que grabó Piazzolla con su Quinteto en 1961, fue precisamente Redención. Integraban el mismo, Piazzolla en bandoneón, dirección y arreglos; Jaime Gosis en piano; Oscar López Ruiz en guitarra, Elvino Vardaro en violín y Quicho Díaz en contrabajo.

                                               

-Él vino hasta los estudios de la RCA el día de la grabación -proseguía Piazzolla refiriéndose a Gobbi-, y le gustó mucho mi versión, porque le respeté hasta los solos de bandoneón. Que haya incluido ese tema en mi primer LP con el Quinteto no es casualidad. Para mí Alfredo fue el padre de todos nosotros, los que hicimos el tango moderno.  Fue un gran intuitivo, pero escribía arreglos muy interesantes. Yo digo siempre que Gobbi le inculcó el estilo a Pugliese y Pugliese le inculcó el suyo a Gobbi, y de ese ir y venir nacen todas las cosas lindas de la década del treinta, que van a explotar después en el cuarenta.

Yo tengo una versión radial grabada de Redención por Alfredo Gobbi con su orquesta y también la del solo de piano. Pero les dejo la del Quinteto de Piazzolla que nos muestra toda la capacidad creadora de ese bohemio genial que fue Alfredito Gobbi.

-10- Redención - Ástor Piazzolla -Quinteto

20- redención - Alfredo Gobbi (versión radial)


viernes, 18 de abril de 2014

José González Castillo

 San Juan y Boedo de hace mucho tiempo. Allí, frente a la casa de Don José González Castillo, estaban las chapas de un teatro popular y, más allá, las pantallas de los primeros cinematógrafos suburbanos y también los bares con palco a ras del suelo desde donde ágíles dedos trepaban por las escalas del bandoneón hasta llegar al tango.

 San Juan y Boedo de hace mucho tiempo, y José González Castillo mirando desde la esquina hacia ninguna parte.¡Claro! desde la barranca se presentía, hacia el sur, la presencia de Pompeya y de Puente Alsina, con sus curtiembres y sus chimeneas y sus inundaciones; y, hacia el Norte, el último pedazo de Almagro, escenario propicio de José Betinotti, el pequeño muchacho zapatero que inventó, vaya a saberse cómo, la primera canción de Buenos Aires; y al otro lado, Cochabamba arriba, las calles anchas y las quintas y las copas altas de los árboles y hasta retazos de alfalfares misteriosos; y por San Juan, ganando al río, el San Cristóbal bravo, lleno de mostradores y de escudos de comité y de canchas de taba y de pedanas a cuchillo, para la esgrima canalla y temeraria.
                                       

 Y a los cuatro rumbos, casas sin salas, y corredores profundos, y huecos sembrados de vidrios y de latas viejas, y hombres traídos por los mares, y mujeres con pañuelos atados a la cabeza, y muchachos argentinos que estaban plasmando, sin saberlo, al hijo nuevo de la patria vieja. Y, sin duda, este mismo cielo de hoy y esta misma noche y las estrellas de siempre y el mismo calor de barrio, un poco vida pobre y otro poco pintura de sainete.

 Boedo era entonces algo así como un paso pesado que diera Puente Alsina para llegar al centro. González Castillo comenzó a querer ese barrio cuando sus disfrazados carnavales traían rodajas y versadas en chatas de cuatro riendas, y cuando las ideas y las banderas rojas, en una confusa esperanza de justicia, salían en busca de la redención negadas, y cuando hasta sus escenarios llegaban nombres de la ciudad iluminada -Pablo y Orfilia Rico-, y cuando las guitarras ardían en milongas y cuando comenzaban a rodar los tangos de Pacho desde sus cafetines.

                                       

  Tal vez ningún hombre, ni hoy ni nunca, vuelva a pasearse cómodamente por las calles de Boedo como González Castillo. Tal vez nadie consiga dominar sus múltiples facetas como él lo hiciera. No sé cómo llegó a sus calles ni he intentado saberlo, pero un día ancló en el barrio ese pesado andar de su talento, y los chicos y las mujeres y los ladrones y los estudiosos y los obreros supimos que Boedo había encontrado a su poeta, a su dramaturgo, a su inspirador, a su amigo. Tal vez la adolescente amistad con las guitarras -Curlando, Gabino, Cazón y Betinotti- le dieron ese ángulo de estética criolla que muy pocos consiguen. Tal vez las noches del café de "Los Inmortales" -Carriego, Darío, Charles Soussens, Florencio- amoldaron sus formas, su filosofía. Tal vez las plataformas abigarradas de los tranvías que atravesaban el ocaso, púlpitos de la picardía, acercaron su corazón hasta la tolerancia comprensiva del pecado ajeno. Tal vez la pobre gente que quedó sin destino en medio del fracaso fue la que entregó el tema de las primeras obras que eran también protestas.

                                                       


 Así, hecho hombre, atravesando la carne cotidiana y vulgar de los que sufren, llegó a los libros grandes de los grandes y a la hora de su página alta. Pero el tránsito sobre las llagas y la tensión heroica de la lucha,  de la protesta, de la indignación, fatigaron su pulso y, como renunciando a la gloria mayor que ya tenía, fue reduciendo día a día sus ambiciones hasta acomodar sus horizontes a la geografía humilde del barrio que no habrá de olvidarlo.

 Así lo encontró mi amistad de muchacho asombrado y lo siguió mi admiración. Así lo cultivé hasta la última hora, viéndolo trabajar en su Universidad de Boedo, o en la Peña Pachacamac, desparramando cultura a lo Sarmiento y empujando la vocación teatral de los humildes que llegaban hasta su prestigio con hambre en la boca y en el corazón.

 Y luego, cuando el barrio dormía y apenas si las luces de los barrios nocturnos lo veían volver hasta su casa, iba, debemos creerlo, tejiendo los versos de los cantares que entregaba al uso de la gente con la secreta intención de que, a través de ellos, aprendieran a mirar el cielo, y los callejones, y los faroles y esas lunas sangrientas del verano que se hundían detrás del decorado de los conventillos.

 En ese viaje nocturno y desolado de su alma, lo solíamos encontrar sus amigos más jóvenes, que éramos también amigos de Cátulo, su hijo, boxeador y estudiante, y lo acompañábamos hasta la puerta, ante la cual hablábamos de la vida y del arte con pasión de muchachos; y él rejuvenecía a propósito, para mezclarse humildemente con nuestras esperanzas.

Cátulo y su padre en España
 Hace once años que ha muerto. La noticia me encontró frente a la máquina de escribir de una revista porteña y, de pronto, como impulsado por el deber, sin que nadie me lo pidiera, le hice la despedida necrológica.

 Mientras mis dedos golpeaban en las teclas heladas, comenzaron a desfilar por mi alma las cosas que él más quiso: su calle, sus obras, sus versos populares y sus hijos -Cátulo Gema y Hugo-. Los tres heredaron lo que él tenía adentro, la fortuna de su corazón: Gema la bailarina, continuó su pasión por los escenarios; Hugo, la humildad permanente de su amistoso corazón sencillo y Cátulo, este querido Cátulo de nuestra generación, su sed de saberlo todo y su amor por el verso que canta y ennoblece, que evoca y fija, que descubre y que exalta. Por ese verso auténtico que se eterniza en el preciso instante en que lo silban las esquinas y lo musitan los labios del pueblo.

                                    

 ¡José González Castillo! La antorcha de tu alma, fraccionado en la realidad de tres antorchas, prosigue iluminando en ellos tres, que prolongan tus sueños y tu sangre y que al cumplirse en esa filial tarea justifican tu enorme amor de padre y de poeta, que fue una misma cosa, porque era el mismo amor.
                                                                                    Homero Manzi, 1º de abril de 1949.

Y para completar esta maravillosa semblanza de Homero sobre este gran hombre de la cultura, les dejo dos tangos de su autoría. Papel picado, con música de su hijo Cátulo, que grabó Ricardo Tanturi con la voz de Osvaldo Ribó, el 26 de enero de 1948. Y de González Castillo con Sebastián Piana, Sobre el pucho, grabado por Francisco Rotundo cantando Floreal Ruiz, el 10 de setiembre de 1951.

13- Papel picado- R. Tanturi-O.Ribó

Sobre el pucho- Francisco Rotundo-Floreal Ruiz




miércoles, 16 de abril de 2014

La Valentina y el Burlesque Tango

Bajo este rótulo un tanto ambiguo se esconde una explosión de juvenilia que se inserta en las filas del tango, sin provenir del rock ni de otros géneros all'uso nostro. Son seis jóvenes capitaneados por la cantante que trae del pasado algunos fantasmas y los hace revivir en su interpretación.

Valentina (Odriozola) tiene mucha frescura, dones artísticos y una vis cómica sumamente atractiva, que recibe la respuesta positiva del público. Ese desenfado para recrear antiguos  temas que galvanizaron a Tita Merello, a la Bozán, a Ada Falcón o Nelly Omar encuentran en esta joven a una convincente discípula que ya ha cosechado aplausos entusiastas en países como Venezuela, Colombia o Uruguay, y también en la misma Buenos Aires y lugares del interior.

                                                

Los músicos que la acompañan no son mancos aunque estriben también en ese estilo arrabalero y a veces murguero, que le da un color especial al conjunto. Gastón Goldberg y Adrián Massara son los guitarristas del elenco. Ambos con estudios superiores y que ya han compartido escenarios con profesionales de alto nivel. Daniel Moggio es el violín. Egresado como maestro de la escuela de Música Juan Pedro Esnaola, además de actuar, es docente. Gabriela Nieto toca el violoncello: profesora, pianista, egresó con nota del Conservatorio Superior de Música de la Ciudad de Buenos Aires "Ástor Piazzolla". Y el percusionista Nicolás Moggio hace un poco de todo y estudió batería con José Wilkys.

                                                       

Volviendo a La Valentina, ella misma me cuenta que: "El tango me gustó desde pequeña, desde que un cassette de Carlos Gardel llegó a mis manos. Inmediatamente me puse a cantar todos los tangos que escuchaba. Y los repetía una y otra vez..., a veces la única interrupción eran los guisos humeantes de mi abuela. O los partidos de carta y trucos con mis abuelos.

-El grupo comienza como un trío: Dos guitarras, Matías y Gastón y la voz: una "sotreta" como diría mi abuela. Comenzamos a sacar un repertorio de tangos al terminar el colegio y entramos a tocar en lugares para la familia y los amigos, en principio.

                               


-Con el transcurso del tiempo se fueron sumando compañeros al grupo: Gabriela en cello, Lisandro en guitarra, Daniel en violín, y fuimos ampliando el repertorio. Ya no eran sólo tangos de Gardel, sino que descubrí a la gran Tita. Y ella me ayudó a atravesar muchas barreras. Su personalidad, su lucha, y te aseguro que soy más resistente que resistida.

-Finalmente el grupo creció, tuvimos la suerte de embarcarnos a otros países donde nos recibieron con mucho amor y pasión. Y logramos grabar el primer disco de La Valentina y el Burlesque Tango. Lo presentamos en todos lados durante el 2013, culminando el cierre en diciembre, en el Teatro del Viejo Mercado, en la mítica zona del Abasto donde seguramente tantas veces Gardel y Tira habrán compartido huellas.

-En lo personal estoy orgullosa de estar acompañada por mis compañeros músicos, por tanta gente de todas las edades y géneros que se acerca a nuestros shows a darnos su aliento. Y a la vez, de poder transitar este camino con alegría y pasión.... El futuro será otra historia.

                                          
Por lo pronto el tango no la ha apartado de sus estudios y se ha recibido de abogada. Pero no creo que de momento ejerza tal función. El tango la ha atrapado fuerte, ha estudiado canto con tres profesoras destacadas y el resto lo hacen su vocación, su lealtad al arrabal, al cacho de suburbio que aún palpita en algunas zonas, el tono, la dicción barrial, los modos naturales del género y el sabor de una época.

Confieso que me gustan el estilo y el desenfado. El tiempo irá haciendo el resto. Pero vale la pena abrirle un crédito a esta muchacha y a los jóvenes músicos que le dan el pie justo para que calce su interpretación.Al fin, todos los tangos hacen el tango, porque la tanguedad nunca se da entera, decía el maestro José Gobello.

Podemos ver a valentina en Arrabalera, el tango de Sebastián Piana y Cátulo Castillo, como lo hacía en 2008.



Y más acá en este especie de milonga-candombe, que homenajea a un barrio porteño: Balvanera. Está compuesto por los integrantes del conjunto, y es un video clip grabado en la Plaza 1º de mayo, en el cual también interviene el cantor Nico Favio. Les dejo el enlace:


Burlesque Tango BALVANERA - YouTube

www.youtube.com/watch?v=Qt1xEouJt48
17/11/2013 - Subido por Burlesque Tango
La Valentina y el Burlesque Tango junto a NICO FAVIO "BALVANERA" - VIDEO Dirección/edición: Diego ..

Y finalmente la/los disfrutamos en Se dice de mí, la milonga de Francisco Canaro e Ivo Pelay. Vale la pena.