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domingo, 15 de septiembre de 2013

Se viene D'Arienzo...

El mundo está llegando a los finales de la década de 1920, y la crisis económica mundial que se prolongaría durante  la década del 30, originando temas como el de Canaro e Ivo Pelay: ¿Dónde hay un mango?-esa ranchera que tanto le gustaba a Juan Domingo Perón-, se instalaría también en playas argentinas para quedarse.

Aquella Gran depresión se originó en Estados Unidos -como la crisis actual-, comenzó alrededor de 1929 y se extendió hasta principios del cuarenta. Fue a partir de la caída de las bolsas del 29 de octubre de 1929, que se conoció mundialmente como el Martes negro, pero cinco días antes ya se había producido el Jueves negro, y como un reguero de pólvora se extendió a casi todo el orbe.

                           
Y como tantas otras cosas, el tango entró en declinación. Los despidos en masa, las caídas de salarios, bajas de sueldo, quiebras en cadena como si se tratase de fichas de dominó que se empujan unas a otras, desocupació, y miseria asolaron a una Buenos Aires que había venido creciendo sin parar. Los cafés céntricos se quedan sin clientela, los cabarets perecen por incercia y aquellos conjuntos típicos que animaban las noches de la calle Corrientes se van quedando sin trabajo y se desmembran.

                                   

Quedaban las salas cinematográficas como refugio de muchos músicos, pero con la llegada del cine sonoro y con ellas el jazz norteamericano, el impacto es doble. Porque no sólo se ciega una fuente de trabajo sino que ese ritmo invade la ciudad y el tango sufre otro impacto difícil de asimilar. Los grandes conjuntos norteamericanos de la época impactan en los espectadores y los intérpetes yanquis pasan a ser muy conocidos en Argentina. Los Cole Porter, Irving Berlin, Paul Whiteman empujan a muchos músicos de tango que se pasan a la otra vereda, la del jazz.

                                           
Es entonces cuando aparece D'Arienzo en el Chantecler con su estilo vibrante, contagioso, impactante, trayendo su mensaje musical de rèclame para los bailarines, en 1935. El que fuera violinista de Anselmo Aieta y llamado "el grillo" por sus pizzicatos, dejó el violín en otras manos y con recetas de la guardia vieja volvió a instalar el tango en los altares de los porteños, mejorando el tono incoloro de los años anteriores con su primera formación.

Su orquesta de 1935 estaba conformada por los siguientes músicos: Bandoneones: Domingo Moro, Faustino Taboada y Juan José Visciglio. Violines: Alfredo Mazzeo, Domingo Mancuso y León Zibaico. Contrabajo: Rodolfo Duclós. Piano: Lidio Fasoli. Estribillista: Walter Cabral. Ellos fueron los que realizaron las primeras 10 grabaciones en esta etapa de D'Arienzo, desde el 2 de julio de 1935, al 12 de diciembre de ese mismo año. La posterior entrada de Rodolfo Biagi sucediendo al uruguayo Fasoli, golpeando eléctricamente en octavas, en un ritmo muy rápido, marca un punto decisivo en la creciente popularidad de la orquesta.
                               
La orquesta de Juan D'Arienzo en el Chantecler, año 1937
 

Llegando a la inolvidable década del cuarenta y disuelto su conjunto que se marcha con Juan Polito, ingresan en el mismo nombres que le permitirán a D'Arienzo dar otro golpe de mano y seguir creciendo en la aceptación del público, venta de discos y actuaciones en radio y clubes. Cayetano Puglisi el prestigioso violinista nacido en Italia, que venía respaldado por grandes aportes al tango, el prometedor Héctor Varela como primer fueye, el novel y genial Fulvio Salamanca al piano y el cantor Alberto Reynal, con su incorporación, le permitieron seguir con ese ritmo milonguero que arrastraba multitudes y batir todo tipo de records.  Ya se había identificado con la latitud espiritual de los porteños y al revivir de forma distinta, aggiornando y hermoseando los éxitos de la guardia vieja, surgieron como hongos en todo el país los imitadores de su estilo. Incluso en Montevideo, donde era ídolo.

                                      
Es cierto que a los críticos les costó mucho aceptar este éxito del Rey del compás y fue duramente fustigado por los evolucionistas que afirmaban que sin D'Arienzo igual el tango estaba saliendo del agujero negro. Pero yo siempre digo que los musicólogos no eran milongueros, no bailaban y no podían entonces sentir en sus carnes el empuje impresionante que les daba al motor de los bailarines con su ritmo trepidante tan difícil de conseguir. Y aunque también fue muy criticado por algunos músicos, hubo gente como Troilo, Pugliese, Laurenz, Canaro, Di Sarli, Tanturi, D'Agostino, que lo respetaron y alabaron por todo lo que había conseguido para el tango. 

Sí, reconozco que me gustan muchas orquestas, pero conozco el "efecto D'Arienzo" cuando suena en los altavoces de la pista y el sacudón nervioso que provoca, a casi 80 años de aquel empujón inicial.
                                          
Y si no comparten mi opinión pues escuchen tres temas del troesma del barrio céntrico de San Nicolás y que digan los milongueros si no sienten esa adrenalina inductora que los llama a la pista de baile. Y los tangueros de oreja y cuore, solácense con ese tan logrado ajuste orquestal y la vibración rítmica musical, que  sacude interiormente.

Y les dejo el tango de Vicente Greco, El Flete, grabado el 3 de abril de 1936. A continuación el vals de Horacio salgán y Carmelo Volpe, En tu corazón, grabado el 30 de setiembre de 1938 con la inconfundible voz de Alberto echagüe, otro de los pilares de la orquesta. Y una milonga llamadora; La cicatriz, de R. Aguirrezabalaga, también cantada por Echagüe y grabada el 31 de octubre de 1939.




















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