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viernes, 2 de noviembre de 2012

El pibe Ernesto

Su célebre tango Don Juan sigue motivando a las parejas en la pista, en los compases nerviosos de Juan D'Arienzo o en los envolventes de Di Sarli. No es un tango que me atraiga demasiado y menos por la orquesta del pianista bahiense con ese golpeteo inusual del director y el comienzo en las teclas agudas, que lo registró en 3 oportunidades.

 El título responde a la dedicatoria. El aludido se llamaba Juan Cabello, un noctámbulo respetado y temido en lo de Hansen, donde tallaba fuerte el trío compuesto por el Pibe Ernesto Ponzio con su violín, el cieguito Aspiazu en la guitarra y el tano Vicente Pecci con la flauta. El tango data del año 1914, se llamó en principio El panzudo, luego con letra de Alfredo Gobbi (p) Mozos guapos y diez años más tarde, ante la celebridad del mismo, Ricardo J. Podestá le insertó la letra poco difundida que en una de sus cuartillas decía.

Yo soy el taita del barrio... / preguntáselo a cualquiera... / No es esta la vez primera/ en que me han de conocer... / Yo vivo por San Cristóbal; / me llaman Don Juan Cabello./ Anoteseló en el cuello /y ahí va, ahí va si me quieren ver.

Lo del Pibe le venía por la temprana muerte de su padre napolitano, que dejó huérfanos a los cinco hijos y obligó a Ponzio a pelearla de  chiquilín, para ganarse el pucherete.  Provenía de un barrio bravo llamado popularmente Tierra del fuego, en los alrededores de la Penitenciaría Nacional de la calle Las Heras, y ambas cosas encerrarían una grave premocinión en su vida.

Se había fabricado un violín y lo tañía por las noches en cantinas y boliches. Eran tiempos duros y había que defender a golpes su instrumento y su temprana incursión en lugares riesgosos. Pudo aprender a manejarse con el violín que le compró su tío Vicente, también violinista y quien le dio las primeras lecciones, complementadas con el maestro Genaro Vázquez.

Llegó temprano a tocar en los locales del Palermo nocturno: Lo de Hansen, El tambito (donde compondría su tango Ataniche (anagrama de Ché Anita, una antigua novia), aquellos lugares donde prevalecía la jarana y eran infaltables los encontronazos a golpe entre los orilleros compadritos y las patotas de los niños bien que intentaban meterse en la fiesta.

Ponzio, que solía arrancar aplausos por esa forma espectacuilar de manejar el arco y los pizzicati que ejcutaba con sus finos dedos, cobró temprana afición por la bebida y respondía al instinto pendenciero de su barrio. Cuando las copas cumplían con su rol de efervescencia, perdía su natural simpatía y respondía rápidamente a indirectas y provocaciones, en el consabido fin de fiesta con que terminaban las noches del sueco Hansen y su glorieta. Solía llevar encima un revólver, y no lo hacía para aparentar...                                        
La dupla Ponzio-Bazán
En los palcos de la Boca su fama crecería rápidamente. Tocó en salones donde se escuchaba música y se practicaba el sexo y en Rosario alcanzó popularidad en fiestas de comités y lugares bravos del barrio Pichincha, por su pinta y su manejo del violín. Se adaptó a la vida prostibularia de allí, y en una noche de asado, vino y tango, en un garito de la calle Pichincha, se cruzó con otro gaupo pendenciero, ambos desefundaron sus armas y Ponzio gatilló antes, con la mala suerte de darle a otro que no tenía nada que ver en la refriega, llamado Pedro Báez. Fue en 1924 y lo condenaron, trasladándolo al Penal de Ushuaia en la lejana Tierra del Fuego.

Cuatro años más tarde, gracias a sus contactos con caudillos políticos, el pedido de indulto funcionó y en 1928 volvió a respirar el aire de las calles. Aunque su tiempo había pasado. Intentó retornar con la formación del Conjunto de la Guardia vieja Ponzio-Bazán pero no funcionó y se radicó en Lanús donde montaría junto a su fiel mujer, un almacén y cancha de bochas. Alcanzó a componer su tango Culpas ajenas, que le grabó Gardel  en 1929 y donde, con letra de Jorge Curi intenta  reivindicar su culpa y su inocencia:
Recuerdo una noche, mi amigo ultrajado, / se jugó la vida /con otro varón. / Porque provocado e injuriado sin razón
lo hirió la vergüenza y a conciencia lo ultimó. / (Recitado)
La cárcel maldita, / lo hundió en sus sombras /cuando en su defensa /esa noche mató.
             
                                                        

Hoy rescato su tango Ataniche por la orquesta de Juan D´'Arienzo, en una versión súper milonguera del 27 de noviembre de 1936.

040 - Ataniche - D'Arienzo

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